EL ANTROPOCENTRISMO GNÓSTICO DEL ANTICRISTO COMO ENTE SISTÉMICO DEL MISTERIO DE INIQUIDAD
El antropocentrismo gnóstico del anticristo como ente sistémico del
misterio de iniquidad
«Esta es la señal propia
del anticristo según el mismo Apóstol, el hombre mismo con temeridad extrema ha
invadido el campo de Dios, exaltándose por encima de todo aquello que recibe el
nombre de Dios.» Su
Santidad San Pío X, E Supremi, del 04 de octubre de 1903.
La fe católica, en su carácter divino, trasciende los finitos límites de la ratio naturalis para alcanzar por medio del don de la fe —don de procedencia divina—, al tesoro más preciado que nuestra existencia puede aspirar: agradar a Dios Santísimo. Conjuntamente, esto se ve imposibilitado si el sujeto no dispone de la simiente de la fe católica, sin la cual no se puede servir y amar a Dios Uno y Trino, para luego hacerle amar y servir, como consecuencia de obrar en conformidad a lo que la fe dispone una vez conseguida. De esto, se concluye la tamaña trascendencia de fe católica por estar ordenada a Dios, a lo sobrenatural o espiritual, que prima indiscutiblemente del orden meramente temporal o material.
Correlativamente, siendo entonces esta preciosísima
simiente de la fe nuestro gran baluarte a guardar, defender y propagar como lo
único que tenemos en este transcurso terrenal; el delito que priva de tal bien
es infinitamente más desbastador que la destrucción del universo entero.
Entonces, si el autor de este delito que obra lesionando este sumo bien
protegido, es considerado por Nuestro Señor Jesucristo como digno de temor por
el grado superior de hostilidad que este alcanza—en comparación con quienes
matan el cuerpo y que ya nada pueden hacer— lo mismo se aplica a todos los
heresiarcas y colaboradores a fines, como genocidas de tantas preciadas almas,
superando inconmensurablemente aquella maldad que puede desatarse en el peor de
los planos materiales/terrenales.
El anticristo no es la excepción, más bien es la
cabal demostración de que no puede existir otro ser más impío que él por la
devastación espiritual causada, que es incomparable con cualquier genocida de
cuerpos, u otro grado excesivo de maldad predominantemente material que se
pueda ejecutar. Es así, que, en virtud de la excelencia superior del plano
espiritual sobre el terrenal, la descripción dada por San Juan en sus cartas, en las que además de
mencionar muchos anticristos —de menor escala— llegaría el turno de quien
encarnaría la simbología numérica característica de este —el 666 o la
perfección de la imperfección— en un momento en que la oposición a Cristo sería
total, y desde luego, concentrada en un solo hombre.
El Doctor angélico prevé la muerte del mismo previo al Juicio Final en
el último día, y a su vez, que «es cabeza de todos los malvados, no por
una semejanza de influencia, sino por una semejanza de
perfección. Porque en él el diablo, por así decirlo, lleva su maldad a un
punto crítico, del mismo modo que se dice que cualquiera lleva su propósito a
un punto crítico cuando lo ejecuta.» Mientras que San Pablo habla de él como «el Hombre del pecado», y «el
Hijo de la perdición», que surgirá de entre nosotros en el tiempo final:
«Cuyo advenimiento es por
obra de Satanás, con todo poder, señales y prodigios mentirosos. Y en toda
seducción de iniquidad a los que perecen; porque no recibieron el amor de
la verdad para ser salvos. Por tanto, Dios les enviará la operación del
error, de creer la mentira, para que sean juzgados todos los que no creyeron a
la verdad, sino que consintieron en la iniquidad.» (2 Tes. 9, 10, 11)
El enfoque paulino está centrado en la capacidad
seductora que provoca una operación de error, por las «maravillas» dispuestas
de la mano del padre de la mentira. Por ende, los métodos a seguir del
anticristo deben ser los mismos que los de satanás. Este destructor es particular, porque se
manifiesta en la Gran Apostasía Final, que también es una, rasgo que le
identifica de sus predecesores de menor impacto sobrenatural, y se manifestó en
la única persona que individualmente gozó ante el mundo —pese a la nulidad
recaída sobre su oficio— de la suma potestas para merecer esa denominación y
desplegar semejante prerrogativa en virtud de su oficio singular, que le
permitió desarrollar el mayor mal espiritual posible en la mencionada Gran Apostasía,
consumada el 08 de diciembre de 1965 de manos de la abominación desoladora, el
destructor Giovanni Battista Enrico Antonio María Montini, el usurpador de la
Sede Petrina «Pablo VI».
Aquel infame, les robó a todos, pequeños y grandes,
lo más preciado que tenían, que era la buena semilla de la Santa Fe Católica
Apostólica y Romana, y en su lugar les dio muerte espiritual y desolación del
alma. Justamente por eso Montini era el anticristo. No hay otro, no va a venir
nadie más. Montini hizo su negro trabajo a la perfección y dejó su sistema, su
Ramera de Babilonia la Grande, con sus impíos sucesores, hoy el bruto infame de
Bergoglio.
Producto de este ente sistémico, antropocéntrico y gnóstico legado del Vaticano II, tuvimos un Luciani que enfatizó, con la elección de su nombre compuesto —Juan Pablo— consolidar la doctrina luciferina del Vaticano II; un Wojtyla que reunió en Asís a cuantos adoradores de demonios —o dioses paganos— pudiese, además de entronizar a Buda en el tabernáculo, besar el Corán, y definir que la «nueva y última verdad sobre el hombre» es su carácter divino, explicada en el discurso de inicio de su antipontificado; un Ratzinger pelagiano y judaizante, promotor del «sacerdocio» para el «clero» anglicano «convertido» a la fe de la Ramera Conciliar para que pueda desarrollar su «ministerio sacerdotal» sin necesidad conservar el celibato por estar constituidos en matrimonio previamente en la putrefacta secta de la Corona Iglesia; y por último un laico como Bergoglio, negador de la existencia de un Dios Católico y de conocido prontuario apóstata. Enumerar las aberraciones y desvíos doctrinales accionados por estos antipapas es extensísimo, pero marcadamente superado por el número de almas que son y fueron víctimas de su abominación.
A priori, se podría concluir que cada sucesor de
Montini por lo menos tuvo en mente, en el caso de Luciani, profundizar los
cambios o superar la ruina que dejó este en 1978 de parte de los no italianos;
empero, si hacemos un análisis exhaustivo de los antipontificados subsiguientes
y las pautas dadas en los documentos del Vaticano II, se pone de manifiesto que
sus sucesores simple y llanamente PUSIERON EN PRÁCTICA LO PROYECTADO POR
MONTINI, son la consecuencia natural y el desarrollo de este sistema
anticristiano, tan macabro como su necesario sustentador inicial, del cual se
valen hasta la fecha sus agentes, siendo que la aplicación del Vaticano II
todavía puede seguir avasallando con mayor intensidad, satánicamente cimentado
en virtud de su naturaleza permisiva, corruptora y seductora. Esto es
justamente el anticristo colectivo, indefinido en su existencia.
Para poder sustentar estas afirmaciones, basta
solamente con exponer resumidamente la doctrina de Montini, que cuenta con dos
ejes significativos: la malinterpretación adrede de la Misión del Espíritu
Santo, y la divinización del hombre causada por la concepción gnóstica de la
encarnación. Estas dos herejías madre, hacen un corte transversal en el cuerpo
del conciliábulo del Vaticano II, y por añadidura, en lo devenido a
posteriori.
Si bien, estas abominables doctrinas no se
caracterizan por ser novedosas en el plano temporal, sino por hacerse pasar por
«católicas» en un supuesto concilio ecuménico, y esto fue posible por el único
individuo capacitado para hacer posible que tales desviaciones tomen las
apariencias suficientes en última instancia, Montini. Llevan su sello:
·
las tantas contradicciones, ambigüedades y omisiones
en materia de fe;
·
hizo pasar a los enemigos del alma y a los
engañosos valores que sustenta como venidos de la mano del «espíritu»;
· la incomprensible renuncia a condenar errores agradablemente resonó en las conciencias;
el racionalismo metódico, la ciencia
y técnica moderna ahora son fuentes de «gracia»;
·
los bienes humanos, la dignidad de la persona, el
progreso laicista y la unidad del género humano se constituyeron como fin
primario de la «Iglesia»;
· una nueva «vida religiosa» se avecinaba tras las reformas, cada vez más acomodada con el mundo y lo banal;
la preponderancia de
la lengua vernácula, la cultura y todo el bagaje mundano de los pueblos como
preferidos y de gran estima;
·
una «verdad infusa» y automática sin la ayuda de la
gracia;
·
la negación de las consecuencias espantosas del
pecado original en nuestra naturaleza caída;
·
la subsistencia en otras religiones de «elementos
de salvación y de verdad» cuya virtud «deriva» de la misma plenitud de la
gracia y de verdad que se confió a la Iglesia, pero con medios menos eficaces
pero de igual resultado —en la salvación— es decir, medios desiguales con
idéntico resultado, asimilando que la «Esposa» carece de relevancia tocante en
todas sus facetas, dado que las semillas del «Verbo» aparecieron en tales
religiones y ahí siguen;
·
la concepción gnóstica de tres iglesias trinitarias
distintas, la del «Padre, el Hijo» y ahora la de «Espíritu»;
·
la autonomía galicana de las conferencias
episcopales;
·
la salvación de todo hombre verificada por la
Encarnación, Muerte y Resección, sin Bautismo, sin Amor a la Verdad, sin Obras
Pías, ni si quiera se requiere la sola fide luterana, o la cualquier tipo de
creencia sobrenatural, «otorgando» el acceso a la Bienaventuranza Eterna a quienes
nunca renunciaron al mundo ni recibieron los remedios divinos para convertirse
y volverse a Dios, a sujetos cubiertos de pecados e impurezas, en tanto que herejes, cismáticos,
apóstatas e infieles son colocados en la misma gloria de los santos y ángeles,
junto a Jesucristo que es la pureza misma;
·
la «transformación» del hombre en un criatura
nueva;
·
El «Cuerpo Místico de Cristo» es ahora el género
humano, el «Pueblo de Dios»;
·
la suma potestas de iure divino de la Sede Romana
es dejada de lado por una visión comunitaria y democrática de la «Iglesia»;
· Un nuevo sacerdocio jerárquico que no se diferencia sustancialmente del sacerdocio de los fieles;
una «Iglesia» pecadora necesitada
de purificación, ya no es más la Esposa Inmaculada como societas genere et iure perfecta;
·
la visión antropocéntrica del pecado, como
impedimento para obtener la plenitud de la persona como valor principal, en
total olvido de naturaleza ruin del pecado como delito de lesa divinidad que
aleja y desagrada de Dios, causa del Sacrificio del Nuestro Señor, donde la
justicia y el castigo divino ya no imparten;
· el fin de la «Iglesia» no es otro que la unidad del género humano, ideal este importado de la filosofía iluminista y profesado con devoción particular por la francmasonería, quimérico, anticristiano hasta la médula, porque constituye una forma de divinización del hombre, que se enaltece a sí propio y se contempla en la unidad;
la negativa de un documento que verse sobre la excelencia de la
Bienaventurada Virgen María, de parte de Rahner, De Lubac, Küng, Congar, von
Balthasar, Kasoer y Ratzinger, prefiriendo alabar la concepción ampliamente
torcida que la secta mahometana profesa de Nuestra Señora;
· la «Eucaristía»/cena del Señor o celebración del misterio pascual, como simple memorial, que sustituye el Santo Sacrificio, es ahora el Novus Ordo montiniano;
el celibato no es inherente a la naturaleza del sacerdocio, como tantos
cismáticos anómicos alegan hoy en día, en oposición a Mt. 19,12;
·
la libertad de conciencia, el librepensamiento y la
opinión individual en materia de fe, sustituye el supremo principio católico de
autoridad que reside en Romano Pontífice; libertad humana y cristiana como equivalentes;
· el «misterio pascual» como
perfeccionador de la activad humana, por ser la actividad del hombre la que participa de
algún modo en la conversión del pan y del vino en el «cuerpo y sangre» de
Cristo, que a su se reordena al hombre y perfecciona a sí mismo y trasciende,
sin nombrar nunca el termino dogmático de la Transubstanciación;
·
la tierra nueva como nuestra tierra temporal
actual, por ser el progreso laicista el que interesa en gran medida al reino de
Dios;
·
cambio del objeto principal del matrimonio, que
pasó a ser una comunidad intima de vida y de amor, donde se justifica en bloque
las expresiones corpóreas o el valor erótico, como de dignidad especial, contra
el sentido católico de pudor, quedando relegada la procreación y educación de
la prole como siempre corona y no fin principal;
·
igualitarismo total y feminismo en la concepción de
la mujer, pudiendo la mujer casada abrazar
el estado de vida que prefiera, dejando de lado la actividad de crianza y
educación cristiana de los hijos, la más sublime de todas;
·
el suave y consecuente trato con los herejes y
cismáticos, ahora «hermanos separados», renunciando a la conversión de estos
para en adelante, para estar juntos en convivencia con sus desordenes,
desarrollando investigaciones teológicas en común;
·
la existencia de dogmas más importantes que otros;
·
libre examen y traducción de las Sagradas
Escrituras;
·
la invitación sincretista hacia a todos aquellos
que tengan «fe en Dios creador» haciendo énfasis en el lenguaje de la creación;
·
libertad religiosa fundada en la dignidad de la
persona humana; separación de Iglesia y Estado, poniendo fin a la Cristiandad
en las Naciones;
·
fomento de una conciencia moral teñida de
pelagianismo aporta la idea de la «Verdad» como investigación que fundamenta la
libertad religiosa;
·
hombres nuevos creando una nueva humanidad;
·
la «Iglesia» en virtud del «Evangelio» aprecia,
estima y respeta los derechos humanos como leyes que paulatinamente fueron descubiertas
«en favor» de humanidad, a tal punto que no pocas partes de los documentos
conciliares eran idénticas a cualquier declaración o pacto de derechos humanos,
consagrando derechos como el acceso a la información, prohibición de guerra
justa en legítima defensa, haciendo un llamamiento a la constitución de una
política universal de democracias de masas sostenida por los derechos humanos,
enemiga de toda la verdad de Cristo, para la conformación de una sociedad pluralista;
·
fomento de una sociedad de consumo, poniendo al
servicio del hombre las tantas posibilidades que le suministra el mundo actual,
con una valoración mundana y natural del hombre, similar a la del calvinismo,
donde el hombre vale también por lo que tiene;
·
los principios de la libertad, fraternidad y verdad
laicistas, como distorsión de las homónimas cristianas;
·
visión del ontológica del hombre libre con
autosuficiencia y perfección intrínseca en cuanto al hombre con
autodeterminación absoluta y plenamente justificada por su «naturaleza»,
pudiendo determinar por sí mismo lo malo y lo bueno;
·
la filosofía moderna, junto con la sociología y psicología
como medios útiles en la formación del «clero»;
·
predominio de la educación de corte laicista liberal,
donde está permitida la educación sexual, mientras que en materia religiosa se
pase a adoptar simplemente el título de «antropología cristiana»;
·
gozo injustificado por las «victorias» de la
humanidad, que en realidad son conquistas masónicas, tales como el sufragio
universal, las revoluciones, los derechos del hombre, etc.;
·
indiferentismo religioso y moral.
ESCÁNDALOS DEL ANTICRISTO PERSONAL
Al no
ser pocos, a modo de resumen podemos nombrar las varias oportunidades donde
abiertamente y sin titubeos sostuvo que el hombre es dios, una manera sutil de
hacerse pasar él mismo por dios:
· «Desde las exigencias de la justicia, señores, sólo se puede obtener a la luz de la verdad, esa verdad que es el hombre.» Audiencia del 10 de enero de 1972 en L’Osservatore Romano, edición inglesa, publicado el 20 de enero de 1972, página 7.
·
«Si el Evangelio es para el hombre, nosotros como cristianos somos completamente
para el Evangelio.» Discurso del 16 de octubre de 1976 en L’Osservatore Romano,
edición inglesa, publicado el 28 de octubre de 1976, página 4.
·
«Honremos a la humanidad caída y pecadora.» Mensaje de navidad, 25 de
diciembre de 1976 en L’Osservatore Romano, edición inglesa, publicado el 30 de
diciembre de 1976, página 1.
·
«El misterio cristiano que descansa sobre el hombre.» Discurso, 29 de
diciembre de 1968, en L’Osservatore Romano, edición inglesa, publicado el 2 de
enero de 1969, página 12.
·
«Porque en última instancia no hay verdadera
riqueza sino en la riqueza del hombre.» Discurso del 10 de junio de 1969 en L’Osservatore
Romano, edición inglesa, publicado el 19 de junio de 1969, página 6.
·
«Los temas que hoy preocupan a la religión,
sea católica o no católica, todos convergen desde todas las direcciones sobre
un tema central, dominante, a saber: el hombre.» Discurso, 4 de septiembre de
1968 en L’Osservatore Romano, edición inglesa, publicado el12 de septiembre de
1968, página 1.
·
«La única palabra que explica al hombre es
Dios mismo hecho hombre, el Verbo hecho carne.» Discurso, 12 de septiembre de
1970 en L’Osservatore Romano, edición inglesa, publicado el 24 de septiembre de
1970, página 2.
Montini, es el único de los antipapas conciliares que
públicamente vistió el efod que paradójicamente usó Caifás,
quien ordenó la pena capital para Nuestro Divino Redentor, de la secta de los
saduceos. Cabe recordar, «que en los tiempos de Cristo
los judíos estaban divididos en dos partidos principales, los fariseos y los
saduceos. Los saduceos eran los liberales de su época entre los
judíos. La mayoría o quizás todos los escribas eran saduceos. Fueron
ellos quienes favorecieron y practicaron una especie de apertura del Vaticano
II al mundo: el mundo romano del poder secular. Fue a este poder al que apelaron
en su decisión de matar a Cristo, amenazando a Pilato con perder su amistad con
César (en otras palabras, harían despedir a Pilatos). Los fariseos, que
mantenían una posición judía estrecha, separándose escrupulosamente de los
gentiles, sin embargo, se unieron a este llamamiento al César para que diera
muerte a Cristo. Aquí ciertamente hubo un ejemplo de la persona religiosa
moralista que, en el orgullo de su supuesto conocimiento superior, hace un
trato con Satanás. Vemos lo mismo repetido en los jansenistas que derivaron
hacia el ocultismo, la última etapa del gnosticismo.
Montini es de los
saduceos. Es él quien pone de relieve la apertura religiosa al mundo de
nuestro tiempo. Es él quien entrega a Cristo a esa potencia mundial
ilegítima, las Naciones Unidas. Sin duda, Pablo 6 sería amigo
de César. Todo su programa, empezando por su primera encíclica, Ecclesiam
Suam, lo proclama. No es la buena relación normal de la Iglesia con
los gobiernos cristianos que tendría Montini, sino una abdicación del poder
espiritual, su degradación y eventual muerte con el establecimiento de un nuevo
Orden Mundial todopoderoso.»
Su presencia en la Asamblea General de las
Naciones Unidas, se centralizó en alegar a esta organización, definiéndola como
«la última esperanza de la humanidad», para después describirla con tan altas
cualidades, que parecería ser que estuviese hablando de la propia de la
Iglesia, empero, esta organización corrupta y corruptora, es para el anticristo
la iglesia. Posteriormente, Montini fué a rezar en salón sincretista llamado
«sala de culto neutro»:
· · observando la devolución del estandarte de la Batalla de Lepanto a los mahometanos,
· · la conceción más de treinta y dos mil (32.000) solicitudes de sacerdotes que pidieron ser liberados de sus votos para volver al estado laical;
· · el mayor éxodo de sacerdotes desde la revolución protestante; el cierre de numerosos seminarios;
· · su constante alusión por la magia; su visita al Santuario de Fátima sin rezar si quiera un solo Ave María;
· · la supresión del Evangelio final en el Santo Sacrificio —dispuesto justamente para evitar doctrinas heréticas sobre la gloriosa Encarnación de Cristo—;
·
su hábil mención acerca del «humo de satanás» dentro de la Iglesia,
siendo que hasta la fecha gran parte de los católicos nominales no le atribuyen
responsabilidad alguna por estos dichos;
· · suprimió el Santo Oficio de la Romana y Universal Inquisición y Índex de Libros Prohibidos;
· · abolió el rito de la Tonsura, todas las cuatro Órdenes Menores, y el rango del Subdiaconado; consideró «mártires» a aquellos que en vano dieron su vida fuera de la Iglesia;
· · eliminó a cuarenta santos del calendario litúrgico oficial;
· · su promoción del nuevo orden mundial y el control de natalidad;
··· en Humanæ Vitæ dispuso que las parejas son perfectamente libres de no tener hijos si no lo desean;
· · eliminó los exorcismos solemnes del rito bautismal;
· a los obispos católicos que aún conservaban jurisdicción, con su adhesión al Vaticano II terminarón por perder completamente su oficio —Can. 188, punto 4—;
· sumado a lo anterior, para terminar de dar cumplimiento a la profesía de la quita del Santo Sacrificio del profeta Daniel —citado por Cristo en Mateo capítulo 24— impuso su porpia misa, y sus herederos al trono de la Ramera al continuar con la usurpación hasta la fecha —tras cuatro décadas de su muerte y más de seis de la usurpación de su predecesor Roncalli— y la vigente e irreformable nulidad que recae en los intentos de ordenación episcopal durante la presente vacancia, no quedó vestigio del Santo Sacrificio en la tierra, como tantos profetas y santos señalaron con antelación, al ser la Sede de Roma la madre y fuente única del episcopado y el sacerdocio, además de otorgar la necesaria misión canónica y ser la única competente para la elección de obispos, que nadie más puede suministrar y gozar de tal idoneidad como nos enseña la fe católca;
· · pionero en dar la «Comunión» con la mano y usar la cruz torcida;
· · y quien proyectó discursos aterradores como los siguientes:
+ «Por otro
lado, ella [la “Iglesia”] también está tratando de adaptarse y asimilarse a los
caminos del mundo; ella se ha quitado sus vestimentas sagradas que la
distinguen porque quiere sentirse más humana y terrena […] Ella se está dejando
absorber por el medio social y temporal. Ella casi se ha dejado tomar por el
respeto humano al pensar que ella es diferente de alguna manera y obligada a
tener un estilo de pensamiento y de vida que no es el del mundo. Ella ha
experimentado cambios y degradaciones con conformismo, casi un afán vanguardista.»
Audiencia general, 01 de octubre de 1969.
+ Previo a dar
cierra la sesión final del Vaticano II, Guitton, quien tenía una relación
cercana y de amistad con Montini, en una entrevista sostuvo: «Era la sesión
final del Concilio», escribe Guitton, «la más esencial, en la que “Pablo VI”
entregó a toda la humanidad las enseñanzas del Concilio. Él me anunció en aquel
día lo siguiente: —Estoy a punto de tocar las siete trompetas del Apocalipsis.
—» Jean Guitton, «Nel segno dei Dodici», entrevista por Maurizio Blondet,
Avvenire, 11 de octubre de 1992.
+ «La Iglesia
atraviesa un momento de inquietud, de autocrítica, se podría decir incluso de
auto demolición […] La Iglesia es herida por ella misma.» Discurso al Seminario
Lombardo, 07 de diciembre de 1968.
Previo a finalizar, no quería de dejar de compartir la acertadísima
semejanza que hizo Strojie en la década de los 70, que tranquilamente puede
ofrecerse para aquellos que, como fórmula Tello Corraliza, se aplica a quienes tienen
«el afán insensato de [pedir] signos y maravillas para aceptar una realidad que
se impone por sí misma, tal como a Jesús le fue pedido por los escribas y
fariseos: “Maestro, danos una señal tuya” (Mt 12, 38). Para convencerse de la
realidad de la presencia del antagonista de Cristo, pone como ejemplo que llama
una impresionante analogía. Se refiere a la embajada de Juan Bautista, narrada
por San Mateo (11, 1-6) y San Lucas (7, 18-23).» Aquí las palabras de Strojie
en su obra «falso papa y anticristo»:
«Una analogía
llamativa: he señalado la acumulación del número seis en relación con la
elección de Montini y su coronación. Puede ser significativo que el
profeta y precursor de Cristo se llamará Juan, así como el falso profeta “Juan
XXIII”, que precedió al Anticristo Montini, también podemos imaginar la
siguiente analogía:
Un día Juan
Bautista envió a sus discípulos a Cristo para que le pregunten: —¿Es usted
quien debe venir o tenemos que esperar a alguien más? — Sin duda Juan
conocía la respuesta y el propósito de la pregunta, que era iluminar a los
discípulos de Juan. Cristo les respondió: —Dile a Juan: los ciegos ven, los
sordos oyen, los cojos andan, los leprosos son limpios y a los pobres se les
predica el evangelio. — Supongamos que le hicimos la misma pregunta a Montini y
que estábamos entre los que no estaban seguros de ello. Él respondería: —Mira
cómo los obispos predican en las sinagogas y los pastores en las iglesias
católicas, cómo se vacían las casas religiosas, cómo casi todos los sacerdotes
y obispos han aceptado mi nuevo orden, incluso en compañía de los que no son
sacerdotes. Las escuelas católicas están siendo cerradas y la confusión en la
enseñanza prevalece en aquellas escuelas que aún están abiertas. Aquí en San
Pedro, el pasado mes de mayo, reuní a 500 sacerdotes con motivo de una loca
reunión pentecotista. Me incliné ante la asamblea de ONU, he vendido la tiara
despreciable y también el anillo, símbolos de la autoridad papal. He proclamado
el culto al hombre y, lo esencial, se está predicando a los pequeños un evangelio
corrupto. Ve y dile esto a los que enviaron. —
Por último, advertir a quienes esperan aún un anticristo que llene la
medida de sus expectativas, ya sea para solventar las tantas fábulas
restauracioncitas existentes, mediante las cuales intentan inútilmente pasar
por alto el irreformable juicio de nulidad que recae sobre sus falsos mitrados,
de la pluma de Su Santidad Pío XII en su Constitución Apostólica Ex Catedra
para sede vacante, siguiendo el negro ejemplo de quienes iniciaron —después de
firmar los documentos del Vaticano II— en sus pestíferas sectas sin y contra Pedro.
Por un lado Lefebvre, miembro de la escandalosa sociedad secreta francesa, el
Priorato de Sión; cuando se le preguntó al respecto, nunca negó que fuera
miembro. De hecho, en algún momento, probablemente fue el gran maestro de
esta sociedad y, según se informa, compartió este «honor» con Roncalli. De
esto sólo se puede concluir que las intenciones de Lefebvre siempre fueron espurias,
solicitado un espacio en dentro de la gnóstica y antropocéntrica iglesia
montiniana con su «tradicionalismo», elemento que también confirma «el
significado más amplio posible» que los gnósticos dan al cristianismo. Entonces
no sorprende que este señor en un reconocido sermón de ordenación sacerdotal, manifieste
una doctrina confusa y desacertada sobre la Encarnación, enfatizando en la
infusión o penetración de la divinidad en la humanidad de Cristo, sin nombrar
en ningún momento la sencilla definición le resume sin margen de error: «Et Verbum
caro factum est.» Partiendo de ello, se deduce que el no poder diferenciar
entre el Dulce Cristo en la Tierra del heresiarca más letal de todos los
tiempos, Montini, para un obispo como Lefebvre que desarrollo una resistencia
heterodoxa y que sostuvo el concepto desviado del Papado como la que él enseñó,
es aberrante.
El caso de Thuc si bien presenta otros matices, no dista del de Lefebvre
en cuanto a la obediencia debida —con idas y vueltas— hacía Montini, de quien
recibió el título de «arzobispo de Hué» y con el cual convivió en la Ramera
durante su reinado, sin dejar de mencionar su activa participación ultra modernista
—hechos que constan documentalmente— durante
las sesiones del Vaticano II, donde afirmó que estaba muy consolado por la
presencia de los protestantes, pero a su vez dijo que era un «escándalo ante
todo el mundo» que «los jefes de las religiones no cristianas» no hubieran sido
invitados, y llego al extremo de abogar por la admisión de sacerdotisas en una
de las tantas sesiones del conciliábulo, exigiendo igualdad jurídica entre el
hombre y la mujer dentro de la Iglesia como «logro» de nuestra era atómoca —siendo
este igualitarismo defendido y promulgado por Montini posteriormente—, la
acusación de discriminación racional, cultural y prejuiciosa de la Iglesia
hacia los orientales y negros. Luego de aprobada la fe de Montini y permanecer
en unión con este durante su antipontificado, consagró sin validez alguna a
cinco paisanos de a pie del Palmar de Troya y otros cinco veterocatólicos —secta arraigada al gnosticismo—, pidiendo
perdón luego y regresando al abrigo del anticristo. Idéntico comportamiento
tuvo cuando intentó consagrar a otros varios sujetos más adelante, sin efecto alguno durante el
antipontificado de Wojtyla, entre los cuales tenemos a un lider homosexual de una secta y un rosacruz. Su vaivén
errático deja una turbia estela, pues es de público conocimiento que celebró la
misa montiniana por lo menos hasta el 81, para luego afirmar que simuló su oficio
cuando la «concelebró» con el obispo montiniano de Toulon en aquel año.
Tristemente, también fue acusado de simonía y de tener un estado mental
deplorable, lo cual explica su accionar ilógico.
Ninguno de estos dos obispos, junto con la neo-teología cismática que profesan sus simpatizantes, tienen autoridad tal, que les permita pasar por encima de la declaración de nulidad que ató Su Santidad Pío XII en la Vacantis Apostolicæ Sedis con su suprema autoridad, mucho menos quienes se adhieren a fábulas restauracioncitas, y están adheridos a las tantos matices y franquicias que hoy se desprenden o forman parte abiertamente del cuerpo montiniano.
Esto no quita que quienes esperan aún —como los judíos al «mesías» hoy
en día— a un anticristo de cartón, tirano, gobernante plenipotenciado, producto
de un conflicto bélico y/o de la disolución y unidad de las naciones u
cualquier otro origen quimérico en camino que le haga surgir, que algún día se
manifieste como ellos lo esperan, para constituir un gobierno centralizado
mundial —como si en la actualidad, el orbe en su mayoría no se encontrara
condicionado por el carácter supremo e imperativo de los derechos humanos,
hasta el extremo de llegar a acordar los Estados modernos, su adhesión a
tratados que disponen con fuerza vinculante hasta las más insignificantes
opiniones consultivas que emitan los órganos supranacionales facultados para su
interpretación—. Justamente el padre de la mentira será quien, en dicho
supuesto, acuerde con la sinagoga de satanás el advenimiento de este que
todavía esperan, que motiva aún más el desacato contra el Papado y a todo el
falso clero; además de esconder todavía más bajo las sombras, corriendo el eje
de atención, a quien fue el sustentador de todo el sistema que materializó con
su seducción el misterio de iniquidad.
CONCLUSIÓN FINAL
Dice el Bienaventurado San Bruno de Colonia: «¿Qué hay tan justo y tan útil, qué hay tan innato y conforme con la naturaleza humana como amar el bien? ¿Y qué mayor bien que Dios? Más aún, ¿existe algún otro bien fuera de Dios?» No, no existe otro bien fuera de Dios Uno y Trino, y solo le puede complacer con integridad y unidad católica, que sólo se encuentran donde se halló siempre, en la incólume Sede de Pedro, en el legado de Su Santidad Pío XII en virtud del poder de su carácter de Piedra y Fundamento, en el Poder invencible e incuestionable de sus Llaves, por constituir este una única Cabeza rectora con Cristo Señor Nuestro. Correlativamente, si Cristo/Pedro tienen esta Suprema Autoridad compartida, tanto en la plenitud, fuerza y extensión del Poder; la contraparte natural es la de un Anti-Cristo/Anti-Papa instaurador de la Gran Apostasía Final, en flagrante oposición al Papado —como su secta y franquiciados— encarnado en el ser más devastador y destructor de la historia, Giovanni Battista Montini.
MACCHI, SECRETARIO PERSONAL DE MONTINI, QUIEN FIGURA COMO MASÓN EN LA LISTA PECORELLI, ERIGIÓ UN MOMUMENTO PÓSTUMO PARA QUIEN ENCARNÓ LA PERFECCIÓN DE LA IMPERFECCIÓN.
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