REFERENCIAS BÍBLICAS RELATIVAS A LAS PROMESAS DIVINAS Y SU INCAPACIDAD PARA JUSTIFICAR EL CISMA ANÓMICO

 

REFERENCIAS BÍBLICAS RELATIVAS A LAS PROMESAS DIVINAS Y SU INCAPACIDAD PARA JUSTIFICAR EL CISMA ANÓMICO

«Repruebo igualmente el método de juzgar e interpretar la Sagrada Escritura que, sin tener en cuenta LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA, LA ANALOGÍA DE LA FE Y LAS NORMAS DE LA SEDE APOSTÓLICA, a quienes abrazan los errores de los racionalistas y, licenciosamente y sin prudencia abrazan la crítica textual como la única y suprema norma.» Su Santidad San Pío X, Juramento Antimodernista.

I- INTRODUCCIÓN

        En esta oportunidad, vamos a analizar otra de las retorcidas maneras de razonar que tienen aquellos que se rehúsan obstinadamente a desconocer el dogma católico de la Primacía de los sucesores de Pedro sobre toda la Iglesia, en lo relativo a fe, costumbres, disciplina y gobierno de la Iglesia, las cuales deben ser observadas intachablemente por el deber de subordinación y verdadera obediencia. Todo esto, ya comprendido y sentenciado por Su Santidad Pío IX en Pastor Æternus, en su capítulo tercero, párrafo segundo.

    En particular en el presente artículo, se examinará la cuestión de las promesas divinas en el Antiguo y Nuevo Testamento, respecto a la presencia de un descendiente de la Casa de David en el trono, y la presencia de varones que realicen sacrificios todos los días. Ambas, están íntimamente relacionadas, dado que en el capítulo XXXIII de Jeremías, se las expone a una y otra de manera consecutiva. A la vez, podemos encontrar otras varias citas bíblicas que solo hacen referencia a la promesa realizada al trono davídico, a los hechos que se suscitaron después de las promesas, y otro conjunto de citas, que evidencian que el Santo Sacrificio de la Misa debía ser quitado al momento de la imposición de la Abominación para la desolación. Las citas enunciadas, son tomadas de la Sagrada Bíblia de Monseñor Dr. Straubinger y de la Vulgata Latina. 

II- CITAS BÍBLICAS SOBRE LAS PROMESAS DIVINAS

IIª SAMUEL VII, 8-17:

    «Habla, pues, ahora de esta manera a mi siervo David: “Así dice Yahvé de los Ejércitos: Yo te saqué de las dehesas, de detrás de las ovejas, para que seas príncipe de Israel, mi pueblo. He estado contigo dondequiera que andabas, he exterminado a todos tus enemigos delante de ti, y he hecho grande tu nombre como el nombre de los más grandes de la tierra. He señalado un lugar para Israel, mi pueblo, y lo he plantado, de modo que puede habitar en su propio lugar, sin ser inquietado, pues los hijos de iniquidad ya no lo oprimirán como antes. Desde el día en que constituí jueces sobre Israel mi pueblo. Te he dado descanso de todos tus enemigos, y Yahvé te hace saber que Él te edificará una casa. Cuando se cumplieren tus días y tú descansares con tus padres, Yo suscitaré después de ti, un descendiente tuyo que ha de salir de tus entrañas, y haré estable su reino. Él edificará una casa para mi nombre: y Yo afirmaré el trono de su reino para siempre, Yo seré su Padre y él será mi hijo. Cuando obrare mal, le reprenderé con vara de hombres y con azotes de hombres. Con todo no se apartará de él mi misericordia como la aparté de Saúl, al cual he quitado de delante de ti. Tu casa y tu reino serán estables ante Mí eternamente, y tu trono será firme para siempre.” Conforme a todas estas palabras, y a toda esta visión, así habló Natán a David.»

Iª SAMUEL II, 45:

    «Suscitaré para Mí un sacerdote fiel, que obrará según mi corazón y según mi alma; y voy a edificarle casa estable, y él andará delante de mí Ungido para siempre

SALMO LXXXIX, 4-5; 35-36:

    «“He hecho un pacto con mi escogido, he jurado a David, mi siervo: Para siempre haré estable tu descendencia; daré firmeza a tu trono por todas las generaciones.”»

    «No violaré mi pacto, ni mudaré cuanto han dicho mis labios. Juré una vez por mi santidad; ¿acaso quebrantaré mi palabra a David?»

IIª CRÓNICAS XIII, 5-6:

    «¿Ignoráis acaso que Yahvé, el Dios de Israel, dio el reino sobre Israel para siempre a David, a él y a sus hijos con pacto de sal? Pero Jeroboam, hijo de Nabat, siervo de Salomón, hijo de David, se levantó en rebelión contra su señor.»

JEREMÍAS XXXIII, 14-18:

    «He aquí que vienen días, dice Yahvé, en que cumpliré aquella buena palabra que di a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en ese tiempo suscitaré a David un Vástago justo que hará derecho y justicia en la tierra. En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará en paz, y será llamada: “Yahvé, justicia nuestra”. Porque así dice Yahvé: NUNCA FALTARÁ A DAVID UN DESCENDIENTE QUE SE SIENTE SOBRE EL TRONO DE LA CASA DE ISRAEL; Y A LOS SACERDOTES LEVITAS TAMPOCO LES FALTARÁ UN VARÓN QUE DELANTE DE MÍ OFREZCA LOS HOLOCAUSTOS, Y QUEME LAS OFRENDAS Y PRESENTE SACRIFICIOS TODOS LOS DÍAS.”»

III- NO HUBO SUCESOR DE DAVID POR MÁS DE 500 AÑOS

    Luego de realizada la promesa por parte de Dios Santísimo, sucedió aquello que parecía inesperado a causa de la desobediencia y obstinación del pueblo elegido. Poco después, el imperio babilónico saqueó Jerusalén y llevó cautivo al rey Sedecías, sucesor del trono de David, al exilio donde murió. A partir de la muerte del rey Sedecías alrededor del año 586 A.C. no hubo sucesor en el trono de David durante más de 500 años:

JEREMÍAS XXXIX, CAÍDA DE JERUSALÉN:

    «El año noveno de Sedecías rey de Judá, en el décimo mes, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército a Jerusalén y la sitió. Y el año undécimo de Sedecías, el día nueve del mes cuarto, fue abierta una brecha en la ciudad; y entraron todos los generales del rey de Babilonia, y se sentaron cerca de la puerta media; Nergalsarezer, Samgarnebo, Sarsequim, Rabsarís. Nergalsarezer, Rabmag, con todos los demás jefes del rey de Babilonia, al verlos Sedecías, rey de Judá, y todos los guerreros, huyeron, y salieron de noche de la ciudad, por el camino del jardín del rey, por la puerta que está entre los dos muros; y se encaminaron hacia el Arabá. Pero los persiguió el ejército de los caldeos; y alcanzaron a Sedecías en la llanura de Jericó. Lo tomaron preso y lo llevaron a Riblá, en la tierra de Hamat, ante Nabucodonosor, rey de Babilonia, quien lo sentenció. El rey de Babilonia hizo matar en Riblá a los hijos de Sedecías, delante de los ojos de éste. El rey de Babilonia hizo degollar también a todos los nobles de Judá. A Sederías le sacó los ojos y ordenó atarlo con cadenas de bronce, para conducirlo a Babilonia. Los caldeos entregaron a las llamas el palacio del rey y las casas del pueblo, y destruyeron los muros de Jerusalén. Al resto de los habitantes que habían quedado en la ciudad, y a los desertores que se habían pasado a él, como también a los restantes del pueblo que aún quedaba, los deportó Nabuzardán a Babilonia, capitán de la guardia. Solamente de los pobres del pueblo, que nada tenían, Nabuzardán, capitán de la guardia, dejó algunos en la tierra de Judá, dándoles al mismo tiempo viñas y campos.»

Oráculo contra el rey Joakim, DE JEREMÍAS XXII, 27-32:

    «Después que el rey quemó el rollo, con las palabras que Baruc había escrito según le dictaba Jeremías, fue dirigida a éste la palabra de Yahvé en estos términos: “Tómate otro rollo, y escribe en él todas las palabras anteriores que había en el primer rollo, que fue quemado por Joakim, rey de Judá. Y dirás a Joakim, rey de Judá: Así dice Yahvé: Por cuanto has quemado este rollo, diciendo: «¿Por qué has escrito en él que el rey de Babilonia vendrá sin falta y destruirá esta tierra, sin dejar en ella ni hombres ni bestias?», Por eso, así dice Yahvé respecto de Joakim, rey de Judá: No tendrá quien se siente sobre el trono de David; y su cadáver quedará expuesto al calor del día y al frío de la noche. Y castigaré su iniquidad no solamente en él, sino también en su descendencia y en sus servidores; y traeré sobre ellos, sobre los habitantes de Jerusalén y sobre los hombres de Judá, todo el mal que Yo les he anunciado y que ellos no quisieron oír.»

Samuel II, 30:

    «Por eso -palabra de Yahveh, Dios de Israel - yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían siempre en mi presencia, pero ahora - palabra de Yahveh - me guardaré bien de ello. Porque a los que me honran, yo les honro, pero los que me desprecian son viles.»

    «Propterea ait Dominus Deus Israël loquens locutus sum ut domus tua et domus patris tui ministraret in conspectu meo usque in sempiternum nunc autem dicit Dominus absit hoc a me sed quicumque glorificaverit me glorificabo eum qui autem contemnunt me erunt ignobiles.»

    Histórica y fehacientemente, al rey Joakim no le sucedió ninguno de sus hijos, cumpliéndose la cita de  «No tendrá quien se siente sobre el trono de David», por ende, no le sucederá en el trono ninguno de sus descendientes. El del mencionado rey, tampoco pudo mantenerse en el trono, ya que ejerció su cargo tres meses (597 A.C.), y fue deportado a Babilonia. Posteriormente le sucedió en el trono Sedecías, tío suyo, quien fue el último rey de Judá y reinó diez años (597-587).

    Entonces, el trono quedó vacante todo este tiempo y en consecuencia algunas personas pensaron que la promesa de Dios había fallado, o desconocían dadas las circunstancias, cómo se cumpliría entonces aquella sucesión perpetua que Dios prometió con respecto al trono de David, cumplida a posteriori después de una vacancia de más de cinco siglos por el advenimiento del mismo Cristo Jesús. En este punto, podemos tranquila y acertadamente trazar un paralelismo, con aquellos que reclaman que los efectos de la situación actual que envuelve a la Iglesia de Cristo, tras la usurpación de la Sede Petrina y la Gran Apostasía conciliar, no pueden considerarse al tornarse, bajo su perspectiva subjetiva, prácticamente imposibles por el simple hecho de ser terribles y angustiosos, prefiriendo el desacato para esgrimir un abanico de posibilidades donde todo es posible, menos la sumisión debida a Su Santidad Pío XII, que anula, quieran o no, todo intento de consagración episcopal durante la sede vacante posterior a su muerte (Vacantis Apostolicæ Sedis), protegiendo así la jurisdicción pontificia, que él mismo bajo sentencia irrevocable decretó a lo largo de sus veinte años de pontificado, como proveniente únicamente del Romano Pontífice. Afirmar lo contrario, es oponerse a esta doctrina cierta y salir inevitablemente del divino Redil por la naturaleza de esta negación obstinada hacia la fe divina y católica.

Pasemos ahora a la siguiente cita…

LUCAS I, 32-33, NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO TOMANDO EL TRONO DE DAVID:

    «El será grande y será llamado el Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y su reinado no tendrá fin.»

    Queda demostrado como la promesa divina sobre la Casa de David, nunca fue incumplida por Dios, pero sí mantenida en vilo por haber desoído el pueblo y sus gobernantes los mandatos del Altísimo. El cumplimiento entonces de la promesa y la restauración, ocurren con la venida de Nuestro Señor, como así ha de suceder aquel día final, con su segunda venida.

    Además, otra analogía que podemos promover es lo acontecido anteriormente con el Trono de David, y hoy en día con la Sede de Pedro en estado vacante, siendo que, a pesar de mantenerse así por más de seis décadas, la promesa de la Primacía a perpetuidad del legado pontificio en materia doctrinal y disciplinar se impone, frente a cualquier intento de usurpación o menoscabo de las mismas.

IV- INEVITABLE CESE DEL SACRIFICIO PERPETUO

    Lo mismo sucede con la cuestión de los sacerdotes «ofreciendo holocaustos y quemando incienso en sacrificio todos los días», algo que debía ser quitado eventualmente, como se esboza a continuación:

DANIEL IX, 26-27:

    «Al cabo de las sesenta y dos semanas será muerto el Ungido y no será más. Y el pueblo de un príncipe que ha de venir, destruirá la ciudad y el Santuario; más su fin será en una inundación; y hasta el fin habrá guerra (y) las devastaciones decretadas. Él confirmará el pacto con muchos durante una semana, y a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la oblación; y sobre el Santuario vendrá una abominación desoladora, hasta que la consumación decretada se derrame sobre el devastador.»

DANIEL XI, 1; 31-32:

    «Surgirá en su lugar un hombre despreciable sin que se le haya dado la dignidad real. Vendrá secretamente y se apoderará del reino por medio de intrigas…

    Sus tropas vendrán y profanarán el Santuario de la Fortaleza; harán cesar el sacrificio perpetuo y pondrán allí la abominación del devastador. Por medio de halagos inducirá a la apostasía a los violadores de la Alianza, pero el pueblo que conoce a su Dios se mantendrá firme y activo.»

    Recalco por un lado que antes que sucediera la quita del Sacrificio Perpetuo, tanto el Viernes como el Sábado Santos, el Sacrificio no se celebraba hasta la Resurrección gloriosa del Señor, queda evidenciado que no todos los días se ofrecía el Santo Sacrificio, en virtud del luto debido al trato que recibió Nuestro Señor ese Santo Viernes de su Pasión. Hoy, sucede lo mismo en nuestra época, donde esperamos Su segunda venida manteniendo el vínculo de unicidad mediante la obediencia, la única que nos asegura la conservación de esta ligadura. Tal obediencia nos origina un amor inmenso hacia los Sacramentos, que obliga al fiel a no incurrir en el más negro sacrilegio contra estos, sacrilegios tan enumerados en las prohibiciones del C.I.C. de 1917 y el pontificado de S.S. Pío XII. Nuestra Madre la Iglesia, siempre ha dispuesto a los Sacramentos para sus hijos, los fieles, dentro del marco o canales legítimos para que estos sean impartidos debida y correctamente. Fuera de esta cobertura, no se los pueden recibir, y mucho menos al «sea como sea» que profesan los pseudo clérigos sin Pedro. Entonces, accionando en estos canales legítimos, es decir obedeciendo las instrucciones dispuestas por la Santa Sede, se salvaguarda al fiel de incurrir en sacrilegio contra los Santos Sacramentos y a su estatus como católico, miembro del divino Redil.

V- RESPECTO A LA SITUACIÓN ACTUAL Y CITA DEL APÓSTOL SAN PABLO

Ezequiel XXXIV, 6-11:

    «Mi rebaño anda errante por todos los montes y altos collados; mi rebaño anda disperso por toda la superficie de la tierra, sin que nadie se ocupe de él ni salga en su busca. Por eso, pastores, escuchad la palabra de Yahveh: Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, lo juro: Porque mi rebaño ha sido expuesto al pillaje y se ha hecho pasto de todas las fieras del campo por falta de pastor, porque mis pastores no se ocupan de mi rebaño, porque ellos, los pastores, se apacientan a sí mismos y no apacientan mi rebaño; por eso, pastores, escuchad la palabra de Yahveh. Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo contra los pastores: reclamaré mi rebaño de sus manos y les quitaré de apacentar mi rebaño. Así los pastores no volverán a apacentarse a sí mismos. Yo arrancaré mis ovejas de su boca, y no serán más su presa. Porque así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy Yo; Yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él.»

    «Erraverunt greges mei in cunctis montibus et in universo colle excelso et super omnem faciem terræ dispersi sunt greges mei et non erat qui requireret non erat inquam qui requireret propterea pastores audite verbum Domini vivo ego dicit Dominus Deus quia pro eo quod facti sunt greges mei in rapinam et oves meæ in devorationem omnium bestiarum agri eo quod non esset pastor neque enim quæsierunt pastores gregem meum sed pascebant pastores semet ipsos et greges meos non pascebant propterea pastores audite verbum Domini hæc dicit Dominus Deus ecce ego ipse super pastores requiram gregem meum de manu eorum et cessare eos faciam ut ultra non pascant gregem nec pascant amplius pastores semet ipsos et liberabo gregem meum de ore eorum et non erunt ultra eis in escam quia hæc dicit Dominus Deus ecce ego ipse requiram oves meas et visitabo eas.»

Iª Corintos XI, 26:

    «Porque cuantas veces comáis este pan y bebáis el cáliz, anunciad la muerte del Señor hasta que Él venga.»

    La doctrina paulina alude sin lugar a equívoco alguno, a la práctica católica de la recepción de la Sagrada Eucaristía, lo que comúnmente llamamos con el nombre de Comunión. El acto de comulgar propiamente, es el que anuncia la muerte de Jesucristo Señor Nuestro, hasta su segunda venida ansiada por las almas fervorosas de su Redil. Esta recepción puede efectuarse de tres modos, la recepción material cuando se recibe la Sagrada Forma, por otro la espiritual y luego la concurrencia de estas.

    La Comunión Espiritual, no solo es recomendada y prevista en los ejemplos y consejos de los Santos de la Iglesia, sino que dogmáticamente, está contemplada en el general y ecuménico Concilio Tridentino.

Sacrosanto Concilio de Trento, Sesión XIII, Capítulo VIII, Decreto sobre el Santísimo Sacramento de la Eucaristía:

    «Con mucha razón y prudencia han distinguido nuestros Padres respecto del uso de este Sacramento tres modos de recibirlo. Enseñaron, pues, que algunos lo reciben sólo sacramentalmente, como son los pecadores; otros sólo espiritualmente, es a saber, aquellos que recibiendo con el deseo este celeste pan, perciben con la viveza de su fe, que obra por amor, su fruto y utilidades; los terceros son los que le reciben sacramental y espiritualmente a un mismo tiempo.»

    Sí. Como sucede con otros sacramentos, a saber, con el Matrimonio (cuando no hay un clérigo que pueda casar a los novios), o con el Bautismo, que puede recibirse sin que alguien derrame las aguas bautismales sobre una persona (Bautismo de sangre o Bautismo de deseo), del mismo modo, puede recibirse el sacramento de la Eucaristía sin que se comulgue materialmente el Cuerpo de Cristo, verdadera y efectivamente.

Santo Tomás de Aquino, SUMA TEOLÓGICA, III pars, q. 80, a. 2:

    «Es posible alimentarse espiritualmente de Cristo, en cuanto que está presente bajo las especies de este sacramento, creyendo en Él y deseando recibirlo sacramentalmente. Y esto es no sólo alimentarse de Cristo espiritualmente, SINO TAMBÍEN RECIBIR ESPIRITUALMENTE ESTE SACRAMENTO (et hoc non solum est manducare Christum spiritualiter, sed etiam spiritualiter manducare hoc sacramentum).»

San Juan María Vianney: «Una Comunión espiritual actúa en el alma como un soplo de viento en una brasa que está a punto de extinguirse. Cada vez que sientas que tu amor por Dios se está enfriando, rápidamente haz una Comunión Espiritual.» ​

San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia, redactó su conocida y extendida fórmula para poder recibirla.

Santa Catalina de Siena tuvo una visión donde vio a Jesucristo con dos cálices y le dijo: «En este cáliz de oro pongo tus comuniones sacramentales y, en este de plata, tus comuniones espirituales. Los dos cálices me son agradables.» ​

VI- CONCLUSIÓN

    Constituye entonces a modo de prueba final, aquella primigenia medida con la cual Dios Santísimo, Uno y Trino, examinó a nuestros primeros padres en el Génesis de la historia humana, la sumisión que toda criatura le debe, siendo este tanteo tan persistente, que siglo tras siglo, perdura como aquel primer día.

Para los fieles católicos, la obediencia es aquel rasgo característico por excelente, remedio siempre efectivo en todo tiempo, y más aún en esta última etapa del mundo una vez quitado el Sacrificio Perpetuo venida e impuesta la abominación desoladora, aquellos que por gracia divina y sin ningún mérito de nuestra parte, se nos ha revelado la devastación provocada tras la usurpación ilegítima de parte de los intrusos sobre la Santa Sede de Roma, a manos del agente masón de Roncalli, profundizada esta calamidad con el nacimiento de la Ramera Conciliar del Vaticano II con el sello infernal de Montini y, posteriormente patrocinada en sus falsas doctrinas por sus sucesores a la cabeza de esta pútrida y repugnante peste miasmática.

    Yaciendo toda la mole de nuestra augusta religión de carácter divino en la persona de Su Santidad Pío XII, Pastor al que ninguna de las lenguas del hades podrán socavar con su subversión a conciencia y conveniencia. Las ovejas nunca dejarán de seguir y someterse a la voz de éste, que solo es reconocida por quienes pertenecen a su rebaño divinamente encomendado.

    Antes de pasar a las últimas y oportunas citas, subrayo el objeto de este breve artículo además del agrado divino, la conversión las ovejas extraviadas que desconocen los mandatos del eterno Pastor. Hasta el hartazgo de ser posible, vamos a repetirles que se acata completamente a esta voz, o se es devorado por los lobos, no existiendo una tercera vía. Hoy es directamente Dios Espíritu Santo quien, con el Magisterio y la Disciplina de S.S. Pío XII, va recogiendo a los últimos escogidos y llamados de Dios, guardando a los suyos dentro del Redil Santo al abrigo de los cientos de miles de lobos y falsos profetas que merodean por todos lados. La situación es ciertamente crítica, pero quien obedezca al último Vicario de Cristo y persevere hasta el fin, será salvo.

    Y con la siempre efectiva fuerza de la oración, clamamos al Corazón Divino de Cristo obediente hasta la muerte, que nos embriague con su divino Amor y ejemplo de total sumisión, prenda de salvación eterna, hasta nuestro último suspiro.

Iª SAMUEL XV, 22-23:

    «Respondió Samuel: “¿Le agradan acaso a Yahvé holocaustos y sacrificios más que la obediencia a su voz? He aquí, que mejor es la obediencia que los sacrificios, y el ser dócil vale más que el sebo de los carneros. Porque la rebeldía es como el pecado de adivinación, y la obstinación como iniquidad e idolatría. Por cuanto tú has desechado la palabra de Yahvé, Él te ha desechado a ti para que no seas rey.”»

SU SANTIDAD BONIFACIO VIII, UNAM SANCTAM:

    «Ahora bien, esta potestad, aunque se ha dado a un hombre y se ejerce por un hombre, no es humana, SINO ANTES bien divina, por boca divina dada a Pedro, y a él y a sus sucesores confirmada en Aquel mismo a quien confesó, y por ello fue piedra, cuando dijo el Señor al mismo Pedro: Cuanto ligares etc. [Mt. 16,19]. Quienquiera, pues, resista a este poder así ordenado por Dios, a la ordenación de Dios resiste [Rom. 13,2], a no ser que, como Maniqueo, imagine que hay dos principios, cosa que juzgamos falsa y herética, pues atestigua Moisés no que "en los principios", sin en el principio creó Dios el cielo y la tierra [Gn. 1,1]. Ahora bien, declaramos, decimos, definimos y pronunciamos que someterse al Romano Pontífice es de toda necesidad para la salvación de toda humana criatura.»









CORAZÓN DE JESÚS, HECHO OBEDIENTE HASTA LA MUERTE, TEN MISERICORDIA DE NOSOTROS.




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